Los milenians nacidos entre 1980
y 2000, son la generación más grande de la era moderna. Mientras que sus
mayores —la generación de la posguerra (“baby boomers”) y la generación X— reconozaco
que son inmigrantes digitales, los mileniales son verdaderos nativos digitales,
que poseen una afinidad instintiva con la última tecnología. La tecnología es
algo natural para ellos, aunque a muchos les preocupa.
Observo que cada vez más los
mileniales tratan de abrirse camino en la economía colaborativa, un fenómeno
posibilitado por el surgimiento de plataformas digitales que facilitan la convergencia entre compradores y
vendedores. Igualmente, los jóvenes de
esta generación también adoptan con entusiasmo los servicios de la economía
colaborativa, que les da acceso a todo,
desde camas a embarcaciones, sin las molestias de ser propietarios.
Reconozco que si bien la economía digital ha permitido crear millones
de nuevos puestos de trabajo, también, la
inteligencia artificial y la robótica
podrían desplazar actividades
humanas incluso complejas,
como conducir, prestar
atención de salud
y ofrecer asesoramiento jurídico.
Se que son más instruidos que las
generaciones anteriores, pero en el mundo actual eso no es suficiente para
garantizar el éxito económico. Sin embargo, muchos, si no la mayoría, se verán
obligados a readaptarse y cambiar de carrera varias veces durante su vida
laboral. Asimismo, no hay una definición precisa de cómo serán las carreras o
empleos de la juventud en la nueva economía o mejor cuarta revolucion.
He
observado de primera mano que
los mileniales usan su asombroso ingenio al tratar de controlar su futuro.
Muchos no están dispuestos a esperar un trabajo en la administración pública o
en una gran empresa. Se aventuran y emprenden sus propios negocios. Conciben
nuevas plataformas en línea y descubren mercados que antes no existían.
Lo que veo es una generación que,
cuando se enfrenta al desempleo, innova
para crear nuevas oportunidades. Pero esto no es suficiente. Los gobiernos
tienen la responsabilidad de construir un entorno que permita a los jóvenes
explotar todo su potencial, lo que implica derribar barreras reglamentarias,
ayudar a los emprendedores en sus primeras empresas e invertir en la enseñanza intergeneracional.
Si bien la educación formal sigue
siendo la fuente principal de aprendizaje, los sistemas educativos deben dotar
a los mileniales y a las siguientes generaciones de habilidades para ejercer
trabajos que aún no existen. Cualquiera sea la forma que finalmente tomen los
empleos del futuro, quizás esta generación deba seguir haciéndolos por más
tiempo de lo previsto.
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