En su revolucionaria obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero, John Maynard Keynes se refirió a los “espíritus animales” como “la característica de la naturaleza humana por la cual una gran parte de nuestras actividades positivas dependen del optimismo espontáneo, ya sea en el ámbito moral o hedonista o económico, en lugar de depender de las expectativas matemáticas”.
Jack Welch, quien dirigió General Electric durante 20 años, es un caso concreto que sirve de ejemplo: él dijo una vez que muchas de sus propias e importantes decisiones de negocios habían surgido “directamente de sus corazonadas”, en lugar de emerger de modelos analíticos o pronósticos empresariales detallados.
Sin embargo, el sentimiento no siempre es un indicador preciso de la evolución económica real y sus perspectivas. Como ha demostrado el Premio Nobel Robert J. Shiller, el optimismo puede evolucionar hasta convertirse en “exuberancia irracional”, por medio de la cual los inversionistas llevan las valoraciones de activos a niveles que están divorciados de los fundamentales económicos. Dichos inversionistas pueden tener la capacidad de mantener esas valoraciones infladas durante bastante tiempo, pero hay un límite hasta donde puede conducir dicho sentimiento a las empresas y a las economías.
No es sorprendente que los inversores de capital respondieran al aumento repentino en espíritus animales intentando adelantarse a un posible aumento en el desempeño económico. Al fin y al cabo, estos inversores están en el negocio de anticipar los avances reales en la economía y el sector corporativo. En cualquier caso, estos inversores creen que pueden revertir rápidamente sus posiciones de cartera en caso de que sus expectativas cambien.
Ese no es el caso de las empresas que invierten en nuevas plantas y equipos, mismas que tienen menos probabilidades de cambiar su comportamiento hasta que los anuncios comiencen a traducirse en medidas reales. Pero, cuanto más esperan, más débil es el estímulo a la actividad económica y los ingresos, y una mayor cantidad de consumidores deben confiar en deshacerse de sus ahorros para traducir su sentimiento positivo en compras reales de bienes y servicios.
Si una confianza mejorada en la economía real no se traduce en datos duros más fuertes, las expectativas insatisfechas de crecimiento económico y ganancias corporativas podrían provocar una caída del sentimiento positivo del mercado financiero, alimentando la volatilidad del mercado y conduciendo a los precios de los activos a la baja.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por hacernos conocer su opinion al respecto